Y Adán mordió la manzana

Posted on 22/01/2013

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Steve Jobs with Mac, 1984

Steve Jobs: icono de la hambrienta era consumista, lleno de contrastes y ambivalencias, igual de exitoso que fracasado, por momentos déspota, por momentos seductor.

María Josefina Vega

Escrito por: Mª Josefina Vega

Se sabe que los genes son responsables de una parte de nuestra personalidad y que el entorno acaba por moldearnos. Por eso no es de extrañar que nacieran tantos prodigios de la tecnología en el hoy conocido como Silicon Valley, un distrito que vio crecer a las empresas dedicadas a la fabricación de chips y aparatos fascinantes de la temprana era informática. También había algo de altruista en esa época en la que la tecnología estaba en pañales. No resultaba difícil que te invitaran a recorrer las instalaciones y los talleres en donde surgirían artículos hoy imprescindibles. Casi cualquiera que estuviera lo suficientemente intrigado y fuera lo suficientemente listo estaba en condiciones de recibir la información y los componentes adecuados para crear sus propios artilugios. Y, más o menos igual que cualquiera de estos chicos, Steve Jobs inició su andadura en los terrenos de la electrónica.

La vida del CEO de Apple no podía haber sido más azarosa. Hijo de una estudiante que se enamoró de su profesor de origen sirio, iba a ser dado en adopción a una familia de profesionales por expresa voluntad de su madre; sin embargo, éstos desistieron cuando les dijeron que la joven no esperaba a una niña, por lo que el bebé acabó al cuidado de una humilde pareja de trabajadores. Desde pequeño Steve resultó un muchacho difícil de tratar. Era taciturno, rebelde, egoísta, y el conocer a ciertos personajes en la universidad lo dotó de nuevas armas: la persuasión, el dogmatismo y lo que sus amigos (y enemigos) denominan «el campo de distorsión de la realidad», dar la vuelta a los argumentos pretendiendo favorecerse o predicar que lo que a priori parece imposible no lo es tanto.

«Si hago cuanto puedo y fracaso, bueno,

al menos lo he intentado»

                                                                    Steve Jobs

Sus tics perfeccionistas, derivados de la rigurosidad y el amor a la belleza, fueron la palmada de despegue de la loca iniciativa que junto a su amigo Steve Woz Wozniak puso en marcha. Tras una visita a un club de aficionados a la informática descubrieron que construir un ordenador personal era una tarea bastante sencilla, teniendo en cuenta el brillante cerebro de Woz. Mejoraron los diseños existentes y vendieron un buen centenar de placas base destinadas a aquellos forofos. No obstante, Steve veía más allá de aquel primer logro comercial, creía que esas máquinas serían pronto un elemento que modificaría el mundo, así que empeñó su capacidad de convencimiento en conseguir el apoyo de otras empresas de electrónica con vistas a diseñar el primer Apple.

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Ya en esas primeras épocas despuntaron sus instintos tiránicos al obligar a sus amigos a trabajar incansablemente en optimizar el producto, introduciendo sus caprichos impensados, cambiando de opinión cada día. Y lo consiguió; la pequeña sociedad fue creciendo hasta volverse competitiva con respecto a las grandes de antaño, a la vez que se desarrollaba en Jobs su característico menosprecio por la labor de los subalternos, tan pronto tildados de porquería si se alejaban de él como elevados a la categoría de genios cuando hacían realidad sus deseos.

«Habilidades: eso que llaman “visión”,hablar en público, motivar a equipos

de trabajo y contribuir a crear productos fenomenales»

                                                                                                                                                          Steve Jobs

Debido a estos comportamientos, Jobs se hizo cada vez menos querido en las instalaciones de Apple, lo que acarreó que los ejecutivos planearan su destitución de la compañía que él mismo había erigido. A los 27 años, al borde de una depresión, Steve se replanteó sus prioridades. Resultaba evidente que su personalidad era la gran culpable de la caída en desgracia, aunque también de sus mejores logros. Esta convicción cuajó en las respectivas compra y fundación de dos firmas de gran importancia en el futuro: Pixar y NeXT. No obstante, sin la presencia de socios que le hicieran de contrapunto, de él emergieron las peores manías, las cuales finalmente lo condujeron a graves pérdidas entrelazadas con escasos aciertos. A pesar de los pesares, la empresa de la manzana decidió que era hora de llamar al hijo pródigo, agobiada por el estancamiento tecnológico y el monopolio de Microsoft; y aquél no defraudó, ansioso de regresar a los brazos de su primer amor, del que solo lo apartarían motivos de salud.

Yin y yang

En una entrevista publicada en el periódico El País del 30 de octubre de 2011 se preguntó a su biógrafo, Walter Isaacson, si consideraba que Jobs padecía un trastorno narcisista, lo que él negó argumentando que «era un hombre de fuerte personalidad», lo cual deja sin explicación muchas de sus actitudes. Si la autoridad y las normas son el reflejo de un sistema paternalista, no es de extrañar que Jobs sintiera una patológica propensión a transgredirlas como una forma inconsciente de atacar la figura contra la que luchaba en una especie de tira y afloja del que intentaba escapar.

jobscomicAleta Ediciones presentó en el pasado 30.º Salón del Cómic de Barcelona

la biografía de Jobs en viñetas, por los autores W. C. Cooke, Chris Smith y

Joe Phillips: Steve Jobs, el hombre que cambió el mundo.

El fantasma del abandono sobrevoló siempre al cofundador de Apple, quien repitió el patrón. Cuando contaba 23 años, su novia ocasional, Chrissann Brennan, se quedó embarazada y él se desentendió de la criatura, a la que reconoció años después por mandato judicial y con la que consiguió una relación medianamente estable en cuanto ambos comprendieron las particularidades del otro. Asimismo, estuvo a punto de recurrir nuevamente a la tentación de abandonar a Laurene Powell, aunque recapacitó y en 1991 dio el sí quiero a la que sería la mujer de su vida.

Steve Jobs buscó librarse de la alargada sombra de su herencia y parecerse más al modelo de su padre adoptivo que al de su progenitor, una actitud que fue el germen del libro que relata la historia personal de este ídolo de masas. «Quería que mis hijos me conocieran», le explicó a Isaacson. Con todo lo bueno y con todo lo malo.

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Para leer:

•  Steve Jobs, de Walter Isaacson (Debate).

•  Las cuatro vidas de Steve Jobs, de Daniel Ichbiah (Lid).

• Yo, Steve Jobs (Paidós).

 

Descárgate este código QR y mira la película:

QR película Steve Jobs

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